lunes, 15 de marzo de 2010

Escuché a mi admirado Jordi Doce en el Aula Jesús Delgado Valhondo de Mérida con esa placentera serenidad que sólo un poeta como él transmite. En un entorno casi monacal, este hombre de voz templada y manos blancas, nos mostró una pequeña parte de ese universo interior en el que se mueve con gran soltura.
Desde aquí mi enhorabuena por esos poemas.

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